Fuimos a Ushuaia por un fin de semana largo, escasísimo tiempo para conocer en profundidad todo lo que puede ofrecer esta ciudad. Pero haremos todo lo posible para sacarle provecho a estas casi 18 horas de luz día que hay en esta época.
Así que hoy, por la mañana iremos al Parque Nacional Tierra del Fuego y por la tarde, a navegar por el Canal de Beagle.
Primero desayunamos en el Almacén de Ramos Generales, un lugar entrañable, con varios ambientes, uno más pintoresco que el otro.
Además, con una pastelería francesa alucinante (pero como todo en Ushuaia, olvidate de los precios).
Después de un pormenorizado estudio de mercado, entre las combis oficiales, un taxi o el tren del Fin del Mundo decidimos finalmente alquilar un coche en Jumping, y nos llevamos un Corsa por 1100 pesos el día, más barato que las combis (400 por cabeza), que un taxi (1600 mangos) y que el tren (700 por cada adulto)
Así que fuimos manejando hacia el parque, que queda a apenas unos 15 o 20 kilómetros de la ciudad.
Como ese día había un crucero en Ushuaia (miles de turistas corriendo para ver en tres horas el parque) y un encuentro de motoqueros (más de 1000 compañeros dando vueltas por los senderos), nos recomendaron en la entrada primero visitar Bahía Ensenada, donde compramos unas postales para los abuelos y Maca, recorrimos la playa y salimos hacia Lapataia.
Y tanto manejar, uno termina siempre en el final, en este caso en el final de la cotidiana Ruta 3.
Recorrimos la pasarela, después esquivamos a las hordas cruceristas por el solitario sendero de la Baliza y llegamos hasta una pequeña bahía donde nos esperaba un pato Vapor, que no vuela (luego veremos uno más en la isla Bridges y nos preguntaremos cómo miércoles iría a volver ese bicho nadando contra corriente tantos kilómetros).
Después almorzamos en el centro de interpretación (nos habían dicho que se comía caro y mal, pero nada que ver, el guido de cordero estaba alucinante, y acorde a los precios de Ushuaia), y volvimos hacia Ushuaia.
A las 6 de la tarde embarcamos en el Yate Tango, porque nos habían recomendado hacer la navegación al atardecer, en un barco chico y si era posible con el capitán del Tango. Todas las recomendaciones fueron mucho más que acertadas. Los colores sobre el Canal del Beagle al caer el sol son alucinantes, hacer el recorrido en un barco chico frente a los monumentales catamaranes es una experiencia completamente diferente y lo del capitán, bueno, Victor hizo que la vuelta sea una parte más de la excursión, no sólo un regreso adormilado.
Salimos del puerto, rodeando en gigantesco crucero y nos dirigimos hacia la isla Bridges, famosa por sus concheros yámana y su espléndida vista de las costas chilenas y argentinas. Desembarcamos y caminamos por un sendero de interpretación de flora, aves y restos arqueológicos.
Después navegamos hacia la isla de los pájaros, dudo que se llame así, pero de esa forma nos la presentaron, que tenía pájaros, tenía pájaros, aunque no sé si todos cantaban. Había cormoranes roqueros, reales e imperiales, gaviotas blancas y grices, palomas antárticas y alguno que otro más.
Pasamos por la isla de los lobos, esta estoy seguro que no se llamaba así, pero efectivamente tenía y olía a lobos.
Y finalmente, proa hacia el faro Les Eclaireurs, que no será el del fin del mundo, pero se le parece mucho.
La vuelta fue a fuerza de cerveza artesanal Beagle y pachanga arriba del bote (aunque el timonel después se puso serio y tomó el mando de la nave junto a Laura, la divertida guía).
No hay comentarios:
Publicar un comentario